Una fiesta de otra CategoríA. En un partido muy emotivo, el equipo de Lincoln consiguió el tan ansiado ascenso al Argentino A, tras empatar en uno con Racing en Olavarría. El gol fue convertido por Diego Vera, quién a está altura ya merece ser santificado.
Rivadavia de Lincoln | Racing de Olavarría | Argentino B | Por Martin Arzaguet.	25-06-2006

Se palpitaba… Desde muy temprano los hinchas Albirrojos se trepaban a la ruta desde distintos lugares del país con un sólo destino, el Argentino A. Ya no importaba ni donde ni a que hora, está vez no se podía escapar. Una vez amanecidos en Olavarría el clima empezó a jugar una mala pasada. En primer lugar, porque debido a la lluvia, se consideró la suspensión del encuentro. A su vez, la abundante lluvia, el fuerte viento y el frío transformaban en insoportable la estadía en la cancha. Y por último, porque el campo sí bien estaba para jugarse, dejaba mucho que desear en varios sectores. Minutos antes de comenzado el encuentro, la pintura describía unas 600 almas visitante en una de las populares y sólo cincuenta locales en la platea techada. Con el pitazo inicial, se sumaron unos 100 hinchas del “Chaira” a una popular lateral, para completar la escena. “Cuando entramos y me di cuenta que éramos muchos más, pensé, no lo podemos perder”- comentaba un hincha horas después. Muy pobre el marco representado por la gente de Racing, porque sí bien el clima era demasiado hostil para concurrir a un espectáculo futbolístico, en estás instancias, lo que menos importa es el fútbol en sí, sólo vale el resultado. Y el hincha debe apoyar, siempre. Al mal tiempo, buena cara… El primer tiempo fue muy disputado, intenso, y con pocas llegadas a los arcos. El campo de juego, no permitía que el partido se desarrollara en forma normal, y se jugaba más, con el posible error del rival, que con las virtudes propias. Rivadavia aprovechaba el fuerte viento a favor, e intentaba con pelotazos a espaldas de los marcadores de punta para buscar a Suárez o Vera, y así crear peligro. Racing, un tanto nervioso, se perdía en su propia imprecisión. A medida que pasaban los minutos, era el visitante el que proponía, tratando de ser el protagonista de la mañana. Recuperaba y jugaba por afuera, casi siempre por el sector izquierdo de su ataque con las subidas de Alsina. El uruguayo probó sucesivamente desde larga distancia intentando sorprender a Senzaqua. Pero no serían las únicas del equipo de Pirez en los primeros 45´. También la tuvo Vera, quién entrando al área, nunca logró acomodarse para definir, y su remate pegó en un defensor rival. El “Chaira” por momentos parecía adueñarse de la situación y complicaba a la defensa Albirroja, demostraba con pequeñas ráfagas de fútbol que quería quedarse, pero duraban sólo minutos, después se diluía en un juego poco profundo. Es cierto que haber abierto el marcador, pero fueron a través de jugadas aisladas, y no de un juego elaborado. Así se iría el primer tiempo, el local no había mostrado nada nuevo con respecto a lo realizado una semana antes en Lincoln, y el visitante por su parte sonreía tímidamente porque sabía que jugando así era difícil que se escapara el sueño. No había creado mucho, pero lo tenía controlado. Este Rojo, demostraba una cara mucho más audaz y protagonista que la que había dejado 15 días antes en Tandil. Y la gente más allá del clima se lo hizo saber, con el aliento incansable durante todo el primer tiempo. El fantasma… ¿Y si se escapa? Parecía que nada podía hacer cambiar la historia, pero el respeto por el rival y la circunstancia, mantenían aún expectante a la parcialidad linqueña. Además es sabido que en el fútbol, hasta que el árbitro no de por terminado el partido cualquier cosa puede pasar. Ni bien comenzado el complemento, de uno de los tantos centros que caerían al área comandada por las torres Schiavi – Bassa, el defensor “Chaira” Santillán puso la mano anticipándose a la salida de Fibiger, la pelota ingresó y el grito de la parcialidad local paralizó a todos, pero el árbitro correctamente anulo el gol y amonestó al jugador. Minutos más tarde llegaría la apertura del marcador, luego de otra pelota parada, Altamirano aprovecha bien un rebote y fusila a Fibiger. Fiesta total en el público local, que sí bien eran pocos, se desbordaban de locura. Las lágrimas revivían viejos fantasmas en las caras de algunos simpatizantes rojos, otros más optimistas, repetían una y otra vez, todavía falta, todavía falta.

San Diego, el Santo asesino Mostrando una madurez difícil de encontrar en esta categoría, y que ya no podrán ver, en lugar de desesperarse, el conjunto de Pirez comenzó a manejar la pelota por abajo. La hacía circular con mucho criterio, a través de los pies del ingresado Nonino, que vale decir, estuvo muy preciso y le dio una claridad enorme, al juego de Rivadavia. Lo mejor futbolísticamente de la tarde lo demostró el visitante en esos minutos en los que se encontraba en desventaja. La impaciencia crecía, porque se jugaba bien, pero no alcanzaba, había que hacerlo, cómo sea, pero hacerlo. Racing a está altura sólo se limitaba a defenderse y jugar de contra. No podía encontrar la pelota. Juan Pablo Manzoco cortaba en todos lados, Gonzalo Gho iba y venía, Alsina con su experiencia aprovechaba todas las subidas de Llanos, y así al local se le hacía imposible hacer pie, estaba perdido, apabullado. Pero aún ganaba, y todavía era negocio. Corría el minuto 28´, Nonino abre para Gho, éste guapea ante la marca de Santillán y logra tirar el centro atrás para Diego Vera, quién entrando al área define cruzado al palo más lejano de Senzaqua, quién pese a su estirada, no logra desviar el balón. Ahora sí, a festejar, ya no llovía ni hacía frío, no importaba. El ascenso estaba a 15 minutos, nunca tan cerca. Minutos después el visitante se quedaría con 10 por la expulsión de Llanos. La roja para el defensor, le abrió al local para que arremetiera con todo en los últimos minutos, pero sólo se perdería en centros y más centros. Tuvo la última, ya en tiempo adicionado, con un tiro libre a metros del área, pero la pelota dio en la barrera. No había más, el Rojo ya era del A, ya era de otra categoría. Llevando la bandera de Lincoln, hacía historia en Olavarría. Apagaba aquellas hogueras creadas por los irresponsables, acallaba a los incrédulos. Miren, miren que locura… Todo era alegría, euforia, locura. Éste equipo que iba a terminar último según las estadísticas, que cinco fechas después de comenzado el torneo iba a pelear con Rosario Puerto Belgrano el descenso, según algunos “conocedores” del fútbol local, que no se había reforzado para el ascenso. Me acuerdo que el slogan era, “A luchar por la permanencia”. ¿Como hizo ese Rojo para convertirse en éste Rivadavia? Sin dudas los grandes protagonistas fueron los jugadores, que se bancaron las difíciles, en silencio, que salieron adelante con mucho esfuerzo y que se terminaron ganando el respeto de todos. No hay que olvidarse del cuerpo técnico responsable de formar la identidad de éste grupo, y de fomentar ese espíritu de trabajo y unión, pilares importantísimos de éste ascenso. Y por último de los dirigentes, quienes se brindaron siempre para darle lo mejor a éste equipo, a éste proyecto. No nos olvidemos, que esto no se logró con el trabajo de un año. Hace historia Todo el pueblo de Rivadavia festejó ayer éste triunfo en Lincoln. Más de 4000 personas aguardaron por la llegada del equipo de Pirez a la ciudad. Los jugadores festejaron con sus hinchas por más de tres horas en las calles linqueñas y luego continuaron la fiesta en el club. Con éste triunfo todos sentían que el club no sólo había logrado el ansiado y difícil ascenso, sino que estaba escribiendo tal vez, la página más importante en la historia del deporte de Lincoln. Felicitaciones Campeón!!

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