En el segundo tiempo, con el ingreso de Daniel Gimenez, Godoy Cruz intentó
buscar por la vía aérea. La figura de Gustavo Caamaño fue
creciendo a medida que avanzaban los minutos. El defensor tuvo un gran partido,
impasable por arriba y por abajo.
A los nueve minutos, Daniel Gimenez tomó el balón fuera del área
de la CAI dejó a tres jugadores en el camino y sacó un disparo
que impactó en el palo derecho de Tripodi.
La CAI respondió con un tiro de afuera del área de Mauro Villegas
y con otro remate del número nueve que finalmente fue resuelto sobre
la línea por Marcos Barrera.
Los últimos 25 minutos fueron para el martirio. De Miranda, Di Paola,
Amado y Caamaño rechazaban todo lo que les pasara cerca. Cáceres
y Cabrera corrían desesperadamente a Torresi y Villar. Los delanteros
trataban, sin mucho éxito, de sostener la tenencia del balón lejos
del arco de Tripodi.
A los 31, luego de un centro cruzado, Poy quedó mano a mano con Tripodi,
pero el arquero se tiró de cabeza sobre el delantero rival para evitar
que pudiera controlar la pelota. A los 38, otra buena respuesta del portero
Comodorense para descolgar del ángulo un cabezazo de Gimenez.
La última chance de gol para los mendocinos fue a los 40 del segundo
tiempo. Poy se escapo por la derecha y en el área menor desvió
su remate por arriba del travesaño.
Para el final quedaba una situación propia del mejor suspenso de Hitchcock.
Tripodi descolgó un centro cruzado pero del impulso de su salto terminó
afuera del área. Javier Collado ya lo había amonestado por demorar.
El guardavalla tuvo que irse expulsado.
Pablo De Miranda se calzó los guantes y con mucha autoridad fue a ocupar
su nueva posición bajo los tres palos.
"Nunca había atajado en mi vida. Como la expulsión de Emanuel
fue responsabilidad mía, le pedí a Dalcio que me dejara atajar",
confesó el central que poco a poco se consolida en la defensa Azurra.
El tiro libre pegó en la barrera, la CAI recuperó la pelota y,
con el final del partido, recuperó también la esperanza.
Para el plantel, el triunfo en Mendoza fue un desahogo y la posibilidad de
volver a convencerse de lo que se puede dar. Pero no hubo demasiados festejos.
Dominaban las caras de cansancio a las de alegría.
"Eso quiere decir que dejamos todo", concluyó Franco Asencio.
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de todo lo que ocurrió desde el corazón mismo de la cancha con
nuestro corresponsal Adrián
Pereyra.